La verdadera navidad

Es realmente sorprendente que a pesar de estar a punto de terminar el primer lustro del s. XXI existan aún personas que estén tan incomunicadas con los avances logrados. Esto puede ser visto cuando se entra a barrios pobres en Bogotá y se habla con sus residentes.

Muchos de ellos creen que el motivo de su pobreza persistente no es otro que el maleficio que le hizo el vecino mediante un bebedizo con formol, o que su hija bebé está sufriendo de dolores simplemente porque un "amigo" vió que la niña era muy bonita y decidió echarle el mal de ojo.

Lo más curioso es que las personas no sospechan nada de esto sino hasta que van donde algún "Chamán" del barrio o del centro que quita cualquier tipo de duda sobre el origen de su desgracia y deja unicamente el misticismo como prueba irrefutable. Aún así, existe una salvación, si se aplica/bebe/come/dice algún tipo de sortilegio el mal desaparecerá y usted podrá empezar su vida desde cero, con una nueva aura y un camino despejado de sal gracias al poder sanador de San - inserte nombre aquí - y Jesús de Nazareth.

Pero, este tratamiento no es gratis; la consulta tiene un valor de $15.000 pesos y la receta cuesta %$20.000, dejando que la persona de escasos recursos tenga que conseguir $35.000 de una u otra forma si no quiere ver a sus seres queridos morir por los maleficios de este enemigo invisible que siempre es alguien cercano.

Estoy seguro que, a pesar de ser Diciembre, mucho brujo se hará su Agosto gracias a que todos quieren empezar con pie derecho este 2006. Está es en realidad la herencia que no nos pudieron quitar después de 500 años de colonización y adaptación a la fuerza dentro de la cultura Occidental; aun se cree en el poder de las hierbas, aún se cree que en el cielo está escrito nuestro futuro y que las desgracias son eventos sobrenaturales que son implantados por otros. Esa es la Colombia de verdad, no la lobería que se ve en C.C. Andino donde cae "nieve" del techo, ni tampoco los renos que nunca existieron ni existirán aquí, y mucho menos unos cuantos viejos barbudos que - dependiendo de donde se vaya - cambian su estatura, su raza y su genio.

He llegado tan lejos porque me he apoyado en hombros de gigantes.